En Nicaragua hay pequeñas escuelitas por todo el país. Todas se parecen. Se reconocen fácilmente allá donde estén por la pintura azul y blanca que cubre siempre sus muros.
Aunque son escuelas construidas por el ministerio de educación nicaragüense, gran parte de su mantenimiento cotidiano es llevado a cabo por el profesorado y por las familias de los niños y niñas que asisten a clase en ellas. Cada una tiene sus propias carencias y necesidades: en unos casos tienen que ver con el acceso, en otros con el saneamiento, en otros con la falta de recursos y materiales educativos, etc., etc.
De todas las personas que hacen posible que estas escuelas funcionen y que he tenido la oportunidad de conocer, destaco aquí a algunas de la comunidad de La Piñuela, una de las más alejadas del municipio de Santa Teresa y tal vez la que tiene más dificultades de accesibilidad, especialmente durante la temporada de lluvia:
Juan, líder de la comunidad: ha asumido como un reto personal conseguir que todos los niños y niñas de su comunidad se escolaricen y, junto a otros padres y madres de la zona, hace un trabajo importante de sensibilización entre el vecindario para conseguirlo.
Edi y Bismar, maestr@s: ella nació y creció en La Piñuela. Aprendió a leer y a escribir en la antigua escuela, que hoy se deteriora abandonada a sólo unos metros de la nueva. Me cuentan con satisfacción cómo han mejorado los recursos con los que trabajan ahora respecto a los que había cuando eran niñ@s, y cómo ha mejorado la preparación de los maestros y maestras y los métodos de enseñanza que se usan en el aula.
Pero también se lamentan de las dificultades que tienen para conseguir libros y materiales didácticos, para convencer a algunos padres y madres de la importancia de que sus hij@s acudan cada día a la escuela, para lograr que las autoridades educativas hagan llegar los medios necesarios para realizar su trabajo…
Para ell@s, como para todas las personas relacionadas de una forma u otra con estas escuelas, el proceso de mejora y crecimiento no para, es siempre algo inacabado, como el propio proceso educativo que siguen los y las estudiantes que las viven cada día.